Jesús Ugas Nicorsin era un
hombre humilde, sencillo, salido de la entraña de la noble gleba del pueblo,
nutrida con los sueños y los dolores más antiguos y legítimos de la condición
humana. Un hombre que un día cualquiera sintió en su alma, en sus ojos, en sus
poros, en los dedos morenos, la densa y radiosa palpitación del arte, y que, no
obstante la limitación de sus medios, de su ambiente social y de su propia vida,
empezó a soñar con ser artista, con llevar al papel y al lienzo su mensaje
personal cargado de vivencias y estremecido de duros testimonios.
Mediante un largo, paciente
y soledoso proceso de estudio, de reflexión y de autocrítica, se convirtió en
el artista que siempre deseo ser. No un artista común y corriente, embelesado
por los espejismos artificiales de la publicidad y los cocteles, del mutuo
elogio y de la vanagloria procaz, sino un artista purísimo, refugiado casi
eremíticamente en la dura disciplina estética. Podría decirse que de nuestros
artistas aragüeñas (aunque nació en El Yoco, estado Sucre) de larga andadura,
fue el que menos exposiciones hizo en su vida. Cuando alguien lo urgía a
exponer, él simplemente decía que había que preparar algo con cuidado y con
tiempo. Pero la verdad es que solo se lo propuso algunas veces y eso con mucha
discreción. Para él lo importante no era figurar sino trabajar, ahondar en los
problemas técnicos, explorar posibilidades, buscar caminos, develar misterios,
en pocas palabras lograr una expresión convincente y plenamente válida de su
labor como interpretación y metáfora del mundo.
Y nadie trabajo tanto como
él. Nadie amó tanto su arte. Nadie respiró tan honda y visceralmente la pintura
como él. Porque la pintura era su único pretexto de vida, la razón definitiva
de su esfuerzo, la única y sola consolación de una larga tristeza existencial.
Y estoy inclinado a creer que hasta las horas terribles y desencadenantes de
sus últimos momentos, la lucidez de su corazón debió alimentarse con la ilusión
de un nuevo proyecto de arte. Esa desbordante pasión por la pintura, ese furor
amoroso, ese frenesí buscador, interpretador y representador, lo llevó siempre
a una meta inalterable: buscar un estilo.
En la pintura venezolana hay
estilos inconfundibles e indiscutibles. En Aragua, Jesús Ugas Nicorsin también
creó su propio estilo, su sello, su impronta, su marca de personalidad. Ese es
sin duda su triunfo mayor y lo que de veras lo caracteriza como un verdadero
artista, con una obra definida y definitoria, claramente inserta dentro de la
mejor producción de la pintura en Aragua, así los negadores de turno se
permitan con él una cierta sonrisilla descalificadora y escéptica. Lo cierto es
que, a la hora de los balances, el nombre, el estilo y la obra de Ugas Nicorsin
tendrán un peso innegable y una presencia incontrovertible.
Este artista silencioso,
hondamente nuestro y tenazmente consagrado a su labor creativa y didáctica,
dejó al morir, a los casi cincuenta años de su madurez creadora, una obra
sólida, enérgica, contundente, audazmente subversiva en las formas y, de manera
particular, en el color, en el cual logró matices, combinaciones y efectos
impactantes por su novedad y eficacia expresivas. Sí. Toda su obra aporta una
visión muy exacta de alguien que pintaba no sólo con todo su corazón y todo su
cerebro, sino también con la totalidad de sus glándulas en perpetua
efervescencia de plenitud, fecundidad y deslumbramiento.
He aquí, pues, un gran
pintor. Un pintor de nuestro pueblo. Un maestro. Un pintor para la historia,
sin duda…
[Tomado de la columna
Heilerías, quincenario El Vigía, Villa
de Cura, enero de 1993].
Nota
biográfica del pintor
Jesús
Ugas Nicorsin nació en Yoco, estado Sucre, el 14 de abril
de 1943. Realizó estudios en la Escuela de Artes plásticas de Cumana en el año
1960. Se residenció en Villa de Cura, donde impartió clases de dibujo y
pintura, donde participaron entre otros: Marco Antonio Torrealba, Aly Pérez y
Benjamín Miró, además de una buena cantidad de jóvenes villacuranos que
buscaban formarse en las artes plásticas. También fue profesor de la Escuela de
Artes Rafael Monasterios.
Participó en varias exposiciones
colectivas en: Salón Nacional de Arte Aragua (VII/1982-VIII/1983); Salón Arturo
Michelena, Valencia, estado Carabobo (1982-1983); Bienal de Cagua (1984); Salón
Nacional de Arte Aragua (XI/1986); Bienal de Guayana, estado Bolívar (1987);
1er Salón Nacional, Museo de Bellas Artes, Caracas.
Tuvo participación destacada
en la exposición XII En Encuentro, realizada en mayo de 1991, en el marco de la
celebración del II Reencuentro de Villacuranos, junto a otros conocidos artistas
locales.
Obtuvo algunas distinciones
como: 1er. Premio Bienal de Cagua (1984); segundo premio de pintura del Salón Nacional
de Arte Aragua (XI/1986); Mención Especial, Bienal de Guayana (1987).
Falleció en el Hospital Central
de Maracay en 1992.
Poco tiempo después de su
deceso, en homenaje a este pintor, se crea la Galería Jesús Ugas Nicorsin en
Cumaná, estado Sucre. Venezuela.
Texto: Argenis Díaz.
Foto: El Vigía, 1993.
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